martes, 13 de septiembre de 2011

Desarrollo de la Personalidad

El individuo se desarrolla gradualmente bajo la influencia combinada de factores  hereditarios,  del  ambiente  social  y  de  la  experiencia  personal. 
La integración en el mundo no se produce de manera preestablecida. Al nacer, a pesar de disponer de un potencial evolutivo casi ilimitado, el ser humano tiene un  sistema nervioso tan poco maduro que no es capaz de utilizar de forma espontánea los medios de comunicación imprescindibles para mantenerse con vida. Esto explica la necesidad primordial del bebé de tener contactos humanos reiterados y casi  ininterrumpidos. El niño aprende las primeras formas de adaptación al mundo: la integración afectiva repercutirá luego en el modelo general de los futuros contactos.

La base del desarrollo de la personalidad corresponde a nuestra forma de reaccionar ante la interacción constante de nuestros actos y el mundo: el mundo externo y el interior, los objetos y quienes nos rodean.

El ser humano manifiesta desequilibrios cuando no le es posible establecer o  mantener ningún tipo de relación con el ambiente o el mundo. Por ejemplo, un niño mostrará problemas psicológicos si no puede establecer relaciones afectivas constructivas con sus padres. El niño debe sentirse amado, pero también útil para sus padres, como ellos lo son para él: ésta es la base de una vida afectiva equilibrada. 
Así pues, para que la personalidad se desarrolle positivamente hay que satisfacer las necesidades humanas fundamentales




Tanto en niños como en adultos existe un grado considerable de psicopatología, ya que forman parte de nuestro entorno. En adultos se dan ataques de ansiedad cuando se siente perseguido, o cuando sienten terror por la oscuridad; estos miedos específicos y a ansiedades no específicas tal vez tengan su origen desde una etapa temprana.
Tal vez en la niñez su madre fue muy dominante y lo protegió en exceso o por lo contrario, recibió muy pocas protecciones y alivio cuando se encontraba frente a ansiedades infantiles. Todos estos aspectos se pueden mantener sujetos a control de las ansiedades internas. 
Todos sabemos de personas mal adaptadas y que no parece estar viviendo la vida usual, con facilidad puede anclarse una fuerte confusión; la tendencia de hacer equivalente la personalidad normal con la perfecta o la ideal. Se intenta abarcar las variaciones de la normalidad, más nunca se terminara de hacerlo, lo mismo ocurre con las experiencias y la conducta de la persona social normal, interna o externa.
Suele decirse que normalidad significa la habilidad para conformarse a lo que la sociedad espera de uno y por tanto, quien no logra adaptarse es anormal. Muchas personas se adaptan llevadas por la ansiedad. Las personas normales experimentan en sus sueños el mismo tipo de cosas que el psicótico experimenta cuando está despierto. Las personas expertas no le dicen al paciente diciéndole que esta imaginando cosas, pues esto puede resultar más agobiador que el experimentarlas en realidad.

La personalidad surge en sus primeras introyecciones e identificaciones, lo que nos permite desde niños interiorizar lo que vamos experimentando, ya que absorbemos todos lo que vemos, escuchamos o sentimos, dando algo de nuestro sello individual. Personas obligadas a aceptar responsabilidades de adulto antes de que hayan tenido la oportunidad de experimentar su infancia, se manejan de manera responsable, pero vacío, y actuara como una máquina. Mas en condiciones normales la persona se esforzara por compensar sus defectos y mantenerlos en un equilibrio psicológico dentro de los límites normales.

El desarrollo de la personalidad se establece bajo la influencia de factores hereditarios, del ambiente social y de la experiencia personal. Al nacer, se  tiene un sistema nervioso tan poco maduro que no es capaz de utilizar los medios precisos para mantenerse con vida. Esto explica la necesidad primordial del bebé de tener contactos humanos reiterados y casi ininterrumpidos. El niño aprende las primeras formas de adaptación al mundo: la integración afectiva repercutirá luego en el modelo general de los futuros contactos. 
La madre del recién nacido participa en la relación ya equipada con una personalidad compleja, producto de años de vida social. La madre aporta antecedentes de sus propias experiencias infantiles dentro del cuidado materno, aparte de sus fantasías y sueños. Si tuvo un place constante en dar y recibir amor, y si ha tenido un nivel saludable de autoestima hay posibilidades de que reciba a su bebe con amor maternal. Y si es de manera contraria pues el trato será inadecuado. Es principalmente a través de la madre que el niño se presente para volverse parte de la sociedad. 
Incluso en las madres aceptables surgen muchos problemas. Se han mencionado como causas de enfermedades, la ansiedad, la carga de la responsabilidad las limitaciones impuestas a la libertad. Las actitudes de aceptación, indiferencia o rechazo de una madre, que el infante experimenta, influyen de manera significativa en las relaciones de dependencia iniciales y en la evolución posterior de la independencia que el niño tenga.  
La dependencia suele darse como una regresión en la etapa oral, ya que no se nace con simbiosis, su experiencia oral adapta el medio ambiente, es la fuente de placer y es lo primero que se desarrolla de la percepción, puesto que por  la boca  distingue realidad externa de la interna.
A menudo el crecimiento del niño corresponde con total exactitud a la reasunción por la madre de su propia independencia, y estaremos de acuerdo en que una madre que no puede ir fallando gradualmente en esta cuestión de la adaptación sensible falla en otro sentido: debido a su propia inmadurez o a sus propias angustias, falla porque no le da a su infante razones para tener rabia.
La maduración y el desarrollo ocurridos en las funciones perceptuales, cognitivas o motoras del niño que le permiten organizar la realidad externa, son la base de las funciones de ego autónomo y son de carácter adaptativo, más que defensivo. 
Cuando comienza a disolverse la unidad simbiótica madre-niño comienza la fase de autoafirmación y este termina cuando entra en las luchas y los conflictos edípicos. Y el niño se esfuerza por independizarse y diferenciar que tiene una identidad propia, pero sin apartarse de la familia. 
En la etapa de control de esfínteres el niño muestra mayor interés por el control de esfínteres y por su producto. Ya que llega a ser aparte de nuevo, placentero. Los combates surgidos por este funcionamiento intestinal pueden provocar una fijación patológica. 
En cuanto a la fase edípica no hay duda de que una conducta normal de los padres hacia los hijos es parte constitutiva en la situación en la fase edípica, pues lo padres diferencian su amor por el hijo de su amor por la hija. 
En esta etapa el niño desarrolla un orgullo por su órgano genital y siente una urgencia de utilizarlo, siente sentimientos sexuales hacia la madre y celos hacia el padre. Pero por lo mismo tiene miedo de perder o ver dañado du órgano genital. En el caso de las niñas se sienten engañadas y piensan que les han privado de su órgano genital, se tiende a identificar con la madre y hace aumentar sus sentimientos de culpa de la culpa a causa del odio y del desprecio que también siente.
Para triunfar en su fase edípica, el niño necesita de ordenar sus impulsos sexuales y agresivos, fundirlos hasta conseguir fantasías más realistas y desarrollar una organización defensiva en la que utiliza la represión. El niño que ha logrado triunfar en su resolución de conflictos de Edipo conseguirá una organización del ego sumamente fortalecida, será una persona enriquecida, tendrá una estructura defensiva bien organizada, no sufrirá en la adolescencia perturbaciones severas y tendrá éxito en el camino de un amor adulto normal y sin agresiones. 
Por LN Daniela Medina Reveles

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