Yrene Karolina López Casillas
INTRODUCCION
A los 79 años de edad Sigmund Freud envía una carta en respuesta a una afligida madre de Estados Unidos que le consulta, le dice el inventor del psicoanálisis, en un inusual tono amable: “Deduzco, por su carta, que su hijo es homosexual. Lo que más me impresiona es el hecho de que usted haya omitido este término cuando me ha hablado de él. ¿Puedo preguntarle por qué lo evita? La homosexualidad, desde luego, no es necesariamente una ventaja, pero tampoco es nada de lo que haya que avergonzarse. No es un vicio, ni un signo de degeneración, y no puede clasificarse como una enfermedad”. Su postura es clara. No es por la homosexualidad por lo que Freud considere que una persona podría someterse a tratamiento psicoanalítico, si lo hace, como cualquier otra persona, será por razones externas, tales como los peligros a los que se ve sometido por su elección de objeto. Sin decirlo con todas sus letras nos lo deja ver con claridad: el problema, o enfermedad, no es la homosexualidad sino la homofobia.
JUSTIFICACION
La adopción y el matrimonio entre homosexuales es un tema que da mucho de que hablar y obvio nunca se llega a una conclusión ni se pueden poner de acuerdo al discutir, debido a que cada individuo, y pareja y sobre todo las circunstancias de vida son muy diferentes, la discusión del momento es en torno a la adopción entre parejas homosexuales, ya que los conservadores o ultra conservadores admiten no discriminar e incluso tienen amistades homosexuales, pero que no es bueno que ese tipo de parejas adopte hijos., dicen que solo las familias “normales” pueden crear hijos “normales”, pero se les olvida que los homosexuales vienen de familias “ normales” y que en la actualidad dejaron de ser familias “ normales” a familias funcionales, Si observamos las formas de familia actuales, un punto se hace obvio, su diversidad: monoparentales, homoparentales, yuxtapuestas, recompuestas y un largo etc
Y es ilógico pensar que por el simple hecho de ser heterosexuales, los hijos de los mismos no pueden presentar tendencias o preferencias sexuales “diferentes”.
Lo mas sano es la comunicación y sobre todo que las parejas homosexuales planean a sus hijos , los desean y eso les da un plus en cuestión de cuidado, mientras que en las familias heterosexuales muchas veces son hijos no planeados y por lo tanto descuidados en el mejor de los casos, por que también presentan violencia intrafamiliar o abandono de los mismos.
DESARROLLO DEL PROBLEMA
Planteado lo anterior entremos al motivo de fondo que me lleva a plantear este trabajo: la discusión (seudo-debate) actual sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo y su posibilidad de adoptar.
Iniciaré por el lado contrario de los planteamientos que se esgrimen; se preguntan unos y otros si podrán (jurídicamente hablando) y si deberán (moralmente hablando) casarse y adoptar las parejas del mismo sexo, quisiera entonces invertir la pregunta ¿y por qué no podrían hacerlo?
Ante la primera cuestión, el matrimonio, el asunto no tiene más complicación sino para las mentalidades obtusas: se trata simplemente del respeto irrestricto de los derechos civiles, no de estos o aquellos sino de las personas, punto. Si el matrimonio, palabras más palabras menos, es un contrato legal que se celebra entre dos personas, entonces, ¿en dónde está la limitante cuando éstas son del mismo sexo? Las limitantes, si las hay, no serán por la elección sexual sino por lo propiamente legal o jurídico, como ocurre para las parejas heterosexuales, y entonces se resuelve con relativa facilidad, aun cuando sólo sea en sus límites teóricos. Por tanto, no es cuestión que aquí abordaremos mayormente.
La segunda cuestión es la que ahora nos interesa: la posibilidad de adoptar o no. Como he planteado ya, si nos preguntamos las razones por las que no deberían de adoptar encontramos que lo primero que se esgrime es la imposibilidad que tienen las parejas homosexuales para transmitir “correctamente” una educación, en particular la de carácter sexual, a los niños/as de adopción. En el fondo de este planteamiento, que no argumento, lo que se encuentra es considerar a la homosexualidad como una desviación o anormalidad, suponiendo de base una “naturalidad” a la familia y a la (hetero) sexualidad
Al respecto de lo anterior, Freud en un trabajo que realiza en torno a un sueño de Leonardo Da Vinci, en una nota a píe de página, acentúa que el psicoanálisis aportó dos hechos fuera de duda con respecto a la homosexualidad: uno, la fijación a la madre en cuanto a las necesidades amorosas (el argumento es simple, en tanto que constituye el primer objeto de amor para todos); y dos, la tesis de que todas las personas son capaces de una elección homosexual de objeto. Si es así, entonces la homosexualidad (o bisexualidad, si se quiere) subyace a toda elección de objeto, por tanto, si algo hay de “natural” en la sexualidad es justamente la homosexualidad, y más aún, lo que escandaliza a las “buenas conciencias”, si algo hay de propio en la sexualidad es su origen polimorfo, luego entonces, cualquiera que sea la elección sexual, no es algo que deba tratarse en sí porque de lo contrario habría que tratar, psicoanalíticamente (o peor aún, medicamente), a todos los sujetos.
Pero para nuestros fines, vale destacar que en esta afirmación freudiana hay algo más de fondo, (la hetero) sexualidad no es una cuestión de naturaleza, no se nace siendo hombre o mujer, mucho menos femenino o masculino. En realidad en el momento del nacimiento no hay identidad sexual, ésta habrá de constituirse en el pasaje de un complejo (e inconsciente) entramado de identificaciones, alienaciones y separaciones, en un juego de espejos, que se conoce como complejo de Edipo-castración.
Puestos aquí, hay que destacar un punto relevante de este simulacro de debate que se desató a partir de que en la Cd. de México se legisló con respecto a la reivindicación legal del matrimonio entre personas del mismo sexo y la posibilidad constitucional de adoptar, me refiero a la articulación de sexualidad y procreación, y sus vínculos con la adopción-filiación.
Al proponerse a la procreación como la única finalidad del matrimonio, este reduce significativamente su de por si ya menguado valor y logros en tanto que se niega como un espacio de convivencia donde también se despliegan el placer y el deseo, en una palabra, se niega de facto al matrimonio como un espacio, entre otros, donde explorar el amor erótico con la pareja sexual. Este planteamiento devuelve la vida en pareja a los estamentos del siglo XIV que prohibía el placer sexual y la unión tenía que estar consagrada a dios, segregando y persiguiendo todas aquellas prácticas que se salieran del mandato. No es casual que así estuviera planteado en tanto que el matrimonio era (¿era?) la institución constituida para preservar los bienes y el nombre.
Sentados en estos anacronismos, la jerarquía del clero-político pretende afirmar que la sexualidad es cuestión “natural” y está determinada por dios sólo para la procreación. Con estos falaces y analfabetas argumentos se han sostenido esquilmando a la población e imponiendo y afiliándose con los más recalcitrantes conservadurismos y los más atroces integrismos, siempre en su beneficio. No se puede calificar sino como una insensatez (que daría risa si no se conociera lo peligroso que resultan) las declaraciones recientes del arzobispo de Morelia Alberto Suárez Inda: “La inclinación natural de todo ser es la heterosexualidad, imagen que se plasma en la naturaleza, por ejemplo, dentro del reino animal, ‘yo nunca he visto perros que mantengan relaciones sexuales entre el mismo género’; es por eso que la Iglesia se pronuncia en contra de la ley en el Distrito Federal que acepta el matrimonio entre homosexuales”, y para rematar, una falacia (o un delirio) al no dar sus fuentes, señala que sus declaraciones son “más que por dogmas religiosos, por un razonamiento antropológico, de lógica”. ¡Qué ofensa tan grande para la lógica y la antropología! Estos discursos sí que son un peligro para México, y para la más mínima inteligencia.
Desde luego que uno de los aspectos que más se han destacado en este seudo-debate, atizado por las intenciones de control perenne del clero-político, es la cuestión de la adopción por padres del mismo sexo.
La adopción en sí misma es un tema que suscita la curiosidad y con ella los fantasmas y las pasiones. Adoptar un niño, se sea homosexual o no, es exponerse a esta curiosidad, a estos interrogantes, en tanto que se muestra un modo diferente de gozar de la paternidad.
¿Qué nos enseña el psicoanálisis sobre la adopción? Este modo singular de filiación que es la adopción hace resaltar los interrogantes que atañen a todo sujeto-niño, adoptado o no. El hecho de ser adoptado puede hacer que las interrogantes se deslicen hacia lo angustiante o lo trágico del acto como la forma que tiene el niño de hostigar a sus padres con todos sus "¿por qué?", en ocasiones expresados en un pesado silencio, o en un despliegue enigmático de síntomas. Estos interrogantes llaman a los padres a sus propias preguntas. Es la asunción de estos cuestionamientos y no su orientación o elección sexual lo que posibilita la filiación (el reconocimiento dialéctico de padre-hijo/a), se trate de un hijo adoptado o no. Es necesario, en este punto, recordar y subrayar que para Freud las preguntas que convocan a todo sujeto son sobre su existencia, su origen, su sexualidad.
He señalado que se trataba de un seudo-debate porque no hay punto a debatir, si a reflexionar: los vericuetos de la filiación son un proceso que pasan todos los niños y niñas, adoptados o no, con padres heterosexuales u homosexuales. Claro, si la sexualidad no es una cuestión natural sino el producto de una construcción cultural, por tanto un hecho del lenguaje, la paternidad tampoco puede serlo.
Jacques Lacan, psicoanalista francés, indica en 1969 en su "Dos nota sobre el niño" que: en los mejores casos el niño es producto de un deseo no-anónimo. ¿qué quiere decir con esto? Por lo menos leo dos cosas: que cada niño al llegar al mundo tendrá que ser adoptado por el deseo del Otro, aunque ese deseo no venga del progenitor, y dos, el deseo no tiene género. Esto es lo verdaderamente relevante en el asunto de la adopción. De modo que, si –en el mejor de los casos- todos somos adoptados por el deseo de un Otro es porque la paternidad es una entidad ficcionada.
Un argumento que se esgrime por el clero-político es que la adopción de un niño/a por parte de una pareja homosexual atenta contra la familia. Al respecto hay que decir enfáticamente que la familia es resultado de la invención humana. Es decir, lo que llamamos la “familia natural” en el fondo y en la superficie es una ilusión. No puede definirse a la familia como una unidad natural, basada en la finalidad de la reproducción, ya que, contrario a eso, se trata de una estructura de relaciones simbólicas que no siempre coincide con la familia biológica. La familia es una institución con significativos cambios a lo largo de la historia. Si observamos las formas de familia actuales, un punto se hace obvio, su diversidad: monoparentales, homoparentales, yuxtapuestas, recompuestas y un largo etc., en su diversidad no hacen más que confirmar que la familia no es natural sino una estructura simbólica.
Adoptar proviene del latín adoptare que se encuentra asociado a optare, que hace referencia a tomar opción, también se refiere a tomar algo como propio, apropiarse; en otro sentido, adopción alude a una transacción o intercambio. Puesto el punto en el intercambio o transacción, el núcleo de la idea de adopción se puede usar en cualquier situación y con cualquier objeto, sin embargo, aquí, al hablar de adopción, hacemos referencia explícita a la adopción de un niño que, mediante el acto mismo de adopción adquiere el estatuto de hijo; es decir, en el proceso de la adopción se establece además una filiación, esto es, se otorga un lugar en una genealogía. Dicho de otra manera, se establece un lazo que signa, por una punta, a alguien como hijo y, por el otro extremo, inaugura una paternidad; en suma, en la adopción se trata de una transacción (objetiva y subjetiva) que tiene como objeto de intercambio a un niño que adopta la función de hijo.
Con lo planteado hasta aquí, no podríamos dejar de preguntarnos algo que parecería un tanto ocioso, dada la obviedad rapidez con que se arguyen las respuestas: ¿qué es un hijo? La palabra “hijo”, más allá de lo que se pudiera pensar, carece de un sentido etimológico claro: algunas fuentes, plantean que proviene de la voz “el que es amado”; otras, lo reconducen a la expresión “el que mama”. De todos modos, dado esto, ambas hipótesis nos sirven para situar una tensión fundamental al momento de interrogar la filiación: ser hijo, ¿es simplemente una condición biológica o requiere de algo más, digamos, una inscripción simbólica? Más allá de lo eminentemente biológico de la procreación, lo humano implica el lenguaje, la cultura.
Llegados aquí, hay que darle sentido a la pregunta que da título a este trabajo, revelando así su carácter paradójico. Efectivamente, quienes sostienen que la (homo) sexualidad y la adopción son antinatura tienen razón, en lo humano, como vimos, no hay nada de natural. Se es humano justamente porque se es portador y se sostiene una oposición entre naturaleza y ley; oposición que atraviesa a la historia de la humanidad misma. Negar esto es sumirnos en el más terrible anacronismo y sin sentido, es simplemente negar la esencia de lo humano, e impulsar esto no puede tener los mejores propósitos. Sí, matrimonio y adopción, sexualidad y filiación son acciones antinatura, mejor aun, trans-natura, son acciones humanas.
Para Freud, el parentesco, la filiación, la elección sexual, son una consecuencia de la prohibición del incesto que permite designar filiaciones y establecer, de esa manera, las relaciones permitidas y las prohibidas. Estas relaciones son establecidas gracias a esta prohibición del incesto, que es específicamente humana (no natural, mucho menos divina) y se convierte, el incesto, en soporte de obligaciones y derechos en lo social, a la vez que es la piedra de toque que determina la subjetividad (y la identidad si quieren) de los sujetos.
Según varias encuestas locales y nacionales, el 7.6 % de los consultados, en promedio, están en contra del derecho de los homosexuales a la adopción; aunque el 5.2% se manifiesta más o menos anuente a favor de los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo. Esta casi total unanimidad es consecuencia de un discurso que convence a los convencidos que fueron educados en instituciones atravesadas por versiones que son ajenas a la ciencia.
El discurso asume que la familia tradicional es el único modelo (con sus respectivos roles) de vinculación familiar. A esta concepción se añade el miedo a todo lo que sea diferente, a la diferencia en sí, obnubilando el pensamiento. El dispositivo discursivo conduce a conclusiones racionalmente inaceptables, las cuales interfieren gravemente con la civilidad a la que deberíamos aspirar.
El argumento más generalizado contra las uniones gay ha sido la repetida evidencia de las diferencias biológicas y conductuales entre los sexos.
En una forma brutal pero descriptiva, un conductor en la radio puntualizaba hace poco: el hombre tiene con qué y la mujer tiene en dónde; eso es indiscutible. Y es que se ha querido elevar al grado de evidencia empírica irrebatible la perspectiva biológica, referida al nivel del cuerpo real, es decir, el soma y sus manifestaciones, atendiendo a las diferencias anatómicas, a las diferentes zonas corporales que participan en la sexualidad, haciendo ver que hay claramente dos sexos diferentes. Con base en estas diferencias se pretende derivar una perspectiva conductual, enfocando el comportamiento sexual en y alrededor del coito (suponiendo que el único acto posible es y debe ser el heterosexual).
Para que estas manifestaciones tengan un efecto de convencimiento, el pensamiento neoconservador tiene que machacar que el único destino posible de la sexualidad es la procreación.
Por supuesto, para esta visión todo parece girar sobre un modelo médico tradicional, centrado en lo observable, lo cuantificable, y cuyo eje es la objetividad como criterio de lo incuestionable. Desde luego, estas interpretaciones hacen caso omiso de la subjetividad, como si cada ser humano se comportara única y exclusivamente de acuerdo a un patrón objetivo, biológicamente preestablecido. En ese modelo de fatalidad biológica, la consecuencia es que el sujeto de razón incorpore a su vida
La reproducción y consiguiente perpetuación de la especie es la explicación que autoriza el placer erógeno. Es una idea ancestral, vinculada, con hemos subrayado, a la composición de la familia tradicional, así como la herencia y la propiedad, pero que no tiene conexión con las prácticas sexuales de todos, las de todos los días, incluidas las prácticas de los propios neoconservadores, a quienes se les debía preguntar: <¿Cuánto tiempo dedica usted a la procreación?>.
Si todo es obra de los destinos implacables del cuerpo y la anatomía, si toda la sexualidad está enfocada a la perpetuación de la especie, lo que tenemos entonces es una sexualidad bien adaptada (como entes biológicos). Sin embargo, hasta los más acérrimos defensores del modelo tradicional de familia saben que hay muchas más formas de relación sexual. Pero justamente por la existencia de una pluralidad de respuestas, se tienen que hacer intervenir criterios, normas y valores que clasifican y mediatizan la sexualidad y repercuten, quiérase o no, en la admisión las relaciones familiares permitidas. Pero eso ya escapa por completo a la dinámica biológica.
La antropología, el psicoanálisis y el derecho se preguntan: ¿Qué es un hijo?,¿Qué es una madre?¿Qué es un padre? Son preguntas que se formulan en esos tres ámbitos (como en otros) porque en ellos no hay evidencias últimas e incuestionables, ni las respuestas surgen de la sola remisión a la biología o a la naturaleza. Y es que entre las culturas hay diversidad de relaciones de parentesco, de modo que los genitores no son necesariamente los que definen la relación del triángulo familiar (si ese fuera el modelo). En psicoanálisis, porque cada sujeto enfrenta la cuestión de ser hombre o ser mujer a través de responder a esas tres preguntas, por lo cual la constitución sexual no se reduce ni a la conformación anatómica ni a la genética. En el derecho porque las relaciones de parentesco, cuando entran en algún cuestionamiento, deben establecerse mediante instrumentos, registros y ordenamientos jurídicos y no únicamente por datos biológicos.
Por eso, precisamente, cuando se habla de la familia hay que interrogarlo todo. La biología es el único reducto para quienes no quieren ver la compleja realidad cultural que vienen experimentado todas las sociedades, incluida la nuestra, por supuesto. No hay familia, sino familias. Muchas de ellas ya están compuestas por homosexuales.
Los neoconservadores ocultan la historia. Si la sexualidad humana se documenta histórica y culturalmente, lo que aparece es una pluralidad y diversidad de expresiones. Así, por ejemplo, si bien es cierto que la homosexualidad fue condenada entre los asirios, los hebreos y los incas, en cambio en Grecia, Roma y China fue práctica corriente y tolerada.
patrones preestablecidos será considerada anormal (si no cumple con esos estándares) o neurótica (cuando se mezcla con síntomas) o perversa (si excede los patrones normativos). Para el pensamiento neoconservador, la homosexualidad abarcaría estas tres desviaciones al mismo tiempo, y por eso un homosexual no es fiable ni confiable para un procedimiento legal de adopción.
También se escuchan voces sutilmente homofóbicas que sentencian:
CONCLUSION
E1: ‘Los niños adoptados por homosexuales se van a confundir respecto de la identidad sexual de su padres’.
(Van a tener dos papás o dos mamás), se dice apoyándose en una suerte de anomalía semántica y psicológica) El supuesto es que los niños criados por parejas homosexuales mostrarán (en un futuro ¿indubitable?) trastornos de identidad de género y/o en el comportamiento asignado al género. Consecuentemente, se supone que experimentarán dificultades en sus relaciones psico-afectivas y sociales. Además, se conjetura que es más probable que sean abusados sexualmente por sus padres, o por los amigos y conocidos de los padres.
El enunciado sobre la confusión de la identidad sexual se apuntala en otro enunciado, complementario:
E2: ‘Los niños de heterosexuales nunca se confunden respecto de la identidad sexual de sus padres’.
Se habla, en tal caso, de una (imaginaria) identidad sexual –en vez de identificación genérica — que no se confunde ni confunde: aquella que sería el inmediato reflejo y correlato consistente con la fiso-anatomía biológica de los géneros (natural-biológicos). Como quiera que sea, E1 = E2, es decir, la verdad supuesta de uno corresponde a la verdad supuesta del otro, mientras que tema de la
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Referencias:
•http://www.dasumo.com/libros/dos-notas-sobre-el-ni%C3%B1o-lacan-pdf.html
•manual moderno (1998)homosexualidad y psicología, En Manual de estilo de publicaciones de la American Psychological Association (adaptado para el español por Editorial El Manual Moderno) 1a. ed.) (pp. 31-75). México: El Manual Moderno.
•Película “ la otra familia” (solo el amor decide cual es el hogar perfecto)
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